El lado invisible de la obra
Cuando pensamos en una obra, solemos imaginar planos, estructuras, acabados y espacios nuevos. Sin embargo, hay un aspecto menos visible —aunque igual de determinante—: el destino de los residuos que deja la construcción y demolición. Con cada proyecto se generan toneladas de materiales sobrantes, desde concreto, ladrillos, acero y madera hasta drywall, embalajes o restos de instalaciones eléctricas y sanitarias. Gestionarlos adecuadamente no es un detalle menor, sino un reto ambiental y operativo que define la calidad y sostenibilidad de una empresa constructora.
1. La magnitud del desafío
En el Perú, los residuos de construcción y demolición (RCD) representan un volumen significativo de los desechos urbanos. El problema es que, en muchos casos, no reciben un tratamiento diferenciado y terminan en botaderos informales o rellenos sanitarios no preparados para este tipo de materiales. Esta disposición inadecuada genera contaminación de suelos y aguas, incrementa riesgos de seguridad por acumulaciones en espacios no autorizados y representa la pérdida de insumos que podrían tener una segunda vida en nuevas obras. Además, acarrea costos ocultos en forma de sanciones, sobrecostos operativos y, lo que es aún más crítico, una pérdida de reputación para las empresas constructoras.

2. ¿Qué se puede hacer con estos residuos?
La gestión moderna de RCD se sustenta en un principio claro: reducir, reutilizar y reciclar. En la práctica, esto significa dar una segunda vida a elementos como ladrillos, tejas o madera en obras menores o acabados. También implica transformar el concreto triturado en material de base para pistas o rellenos, o reciclar el acero con una eficiencia cercana al 100%. El horizonte más prometedor lo representan las plantas industriales de valorización, capaces de convertir residuos en agregados reciclados que cumplen con estándares técnicos para nuevas construcciones. Ciudades como Bogotá, Ciudad de México o São Paulo ya operan con éxito este tipo de infraestructuras. Lima avanza con pasos más tímidos, pero el interés del sector privado señala una ruta posible de consolidación.
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3. El vínculo con la sostenibilidad global
Este debate no puede aislarse de la agenda ambiental más amplia. Cada decisión en obra incide en el entorno y en la calidad del aire que respiramos. El Día Internacional de la Preservación de la Capa de Ozono, conmemorado cada 16 de septiembre, nos recuerda que los sectores productivos —incluida la construcción— tienen un rol activo en la reducción de emisiones contaminantes. Una gestión adecuada de los RCD no solo evita la disposición inadecuada, sino que contribuye directamente a reducir la huella de carbono, al sustituir la producción de nuevos materiales altamente demandantes en energía y emisiones. Una obra eficiente, en este sentido, es también una obra que protege la atmósfera.

4. La responsabilidad del constructor
En Creval entendemos que la sostenibilidad no es un extra, sino parte esencial del valor que entregamos a clientes y a la sociedad. Por ello, cada proyecto contempla un plan de manejo de residuos desde la etapa de diseño. Esto incluye la segregación en obra, con contenedores diferenciados según el material; el trabajo con gestores autorizados certificados por el Ministerio del Ambiente; la planificación precisa para reducir desperdicios y optimizar recursos; y la capacitación del personal para que cada colaborador se convierta en agente activo de la estrategia. La sostenibilidad no se delega, se construye en equipo.
5. De residuo a valor
El tratamiento responsable de los RCD no debe entenderse únicamente como una obligación normativa. Se trata de una oportunidad estratégica para transformar la manera de construir. Revalorizar los desechos permite a las empresas diferenciarse frente a clientes que priorizan la sostenibilidad, optimizar costos operativos y aportar de manera tangible a la economía circular y a los compromisos globales de carbono. En otras palabras, lo que ayer era residuo hoy puede convertirse en recurso, si se lo gestiona con visión.

6. Construir con visión de futuro
La pregunta “¿a dónde van los residuos de demolición y construcción?” no debería tener respuestas incómodas. Para una empresa seria, la respuesta es clara: hacia un proceso de valorización, reciclaje y gestión responsable que garantice proyectos sostenibles, eficientes y respetuosos con el entorno. En Creval creemos que construir valor no significa únicamente diseñar espacios modernos, sino también dejar un impacto positivo que trascienda la obra misma. Porque la sostenibilidad no empieza ni termina en los planos: vive en cada detalle, incluso en aquellos residuos que decidimos transformar en oportunidades.